jueves, 9 de febrero de 2012

La Guerra y sus Inauditas Consecuencias...

El más impío de los hábitos desgarradores del hombre, la más cobarde de las salidas y el asesino más infalible de cualquier sonrisa, es justamente una guerra… Detengámonos un momento y pensemos cuerdamente; no todo lo que es tangible es para poseerlo o derrumbarlo, no todo el poder es benevolente ni la salvación total de una sociedad, ni todo arrepentimiento conlleva una absolución indefinida.

La guerra es un infierno obligatorio para algunos justos, es la intolerancia graduada para los niños o el golpe más certero para la vanidad femenina en nuestro planeta; es la gloria para quienes de ella se benefician y en torno a sus consecuencias, rigen sus actos cotidianos.

Lo que el ser humano necesita es que una hermandad arrasadora reine, y que abarquen cada continente sus ecos sonoros, que la libertad se diluya en una lluvia permanente de esperanzas, porque la Tierra comienza a cobrar las facturas de los actos de la humanidad y nuestras deudas sobrepasan los límites del respeto y la dignidad, semillas en extinción.

…Y entonces, que desde los más inhóspitos rincones de cada país, surja una nueva oportunidad de cambio, porque yo no sólo pienso en mi futuro, no sólo van mis oraciones a mi beneficio propio, en realidad, también me preocupan las futuras generaciones.

Todos fuimos niños, tan sólo pongámonos en su lugar y actuemos conforme a la voluntad bien encaminada de un niño, dueño absoluto del mundo... entonces habrá paz, que contrarresta a las guerras no con otras guerras, sino con el diálogo.

© Ricardo Galván Barquín
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