miércoles, 10 de junio de 2009

Un humilde oficio...


Un día de primavera por la mañana, acudí a la mujer que amo para preguntarle, ¿qué te deja la poesía si la lees?, a lo que me contestó:

La poesía me deja enamorarme, me libera de todo prejuicio y me permite sentirme plena, me da alas para volar a donde yo quiera sin necesidad de moverme. La gente argumenta que no les deja nada práctico, pero ¿qué más quieren que la mente practicando ejercicios mentales con metáforas y palabras rebuscadas que confunden...? ¡Esa es la verdadera belleza en los seres humanos!

Entonces asimilé que si la mente está en un constante ejercicio metafórico y la piel suda en cada poro la practicidad de alguna ilusión firme y leal, se logra en cierta manera entenderse a sí mismo para comprender un entorno que en ocasiones resulta complicado.

Y precisamente, un poeta pretende expresarse horadando de tal manera el pensamiento ajeno, que nos hace comprender esos incesantes demonios y ángeles que dentro de él lidian en constantes batallas. El poeta tiene el coraje que en muchos otros escasea, porque descobija al alma en un desahogo y la deja al descubierto para que el mundo lo interprete a su manera.

Al poeta lo critican, lo acribillan calcinando sus versos ya devaluados, le adjudican adjetivos trillados, le restan seriedad, lo hunden en indiferentes rechazos cuando canta y le huyen las masas, entonces, ¿por qué no ahuyenta también a los sabios y a los niños, al maestro y al pintor? (bueno, en realidad todos son uno mismo)… creo que eso se debe a que su sed de justicia espanta a los que tienen hambre de poder o algún otro tipo de soberbios antojos.

Por eso admiro al poeta, porque desde su santuario de incalculable sonoridad, cultiva el más antiguo y humilde de los oficios, transforma lo inexistente y crea pacientemente melodías e himnos que sólo el alma puede comprender, tal y como lo hacía mi recordado abuelo Don Héctor Barquín Rivera… con la poesía…


© Ricardo Galván Barquín
© COPYRIGHTS, todos los derechos reservados.

La poesía de Walt Whitman hecha justicia...


¡Poetas del porvenir! ¡Despertad! Os corresponde hacerme justicia… *

Aclama en un hermoso poema el célebre maestro Walt Whitman, cuya sangre justiciera suprimió todo tipo de adversidades y atravesó los convencionalismos. Dudo rotundamente que un hombre que sufrió las consecuencias de la secesión de América del Norte, sea tan fácilmente olvidado u omitido incluso por los más severos críticos del alma.

Expreso una gratitud particular a éste poeta y a su poesía en sí, porque encierran una desproporcionada inspiración que se esparce en un sinfín de ilusiones para sobrevivir; porque incluso hasta el más frívolo de los villanos juega un papel sensible en la vida y sin una esperanza en el bolsillo, no alcanza sus objetivos.

Y es eso precisamente, la poesía es esperanza, es un manantial de luz que con intermitentes partículas de júbilo entrelazado a una ardiente magia, nos contagia de amor: combustible perpetuo con que se mueve incluso Dios, cualquiera que sea su rostro ante la mente humana.

Y si algún día el universo acepta que yo soy poeta, confesaré mi solemne y orgulloso agradecimiento a Whitman, quien ha influido a grandes maestros que en mí han edificado sus influencias como Pablo Neruda, por decir sólo uno.

La sensibilidad de Whitman ante los desafortunados sucesos de la guerra sufridos por una sociedad entera, nos hace ver en todo momento que la paz es el movimiento más factible para sustentar la calma, la paz es el símbolo de la poesía.

Y es tal la magia de su obra, que se cantó a sí mismo…

¡Por eso colegas míos y hermanos del mundo, despertemos, luchemos por la paz y hagámosle a Whitman su justicia soñada!


© Ricardo Galván Barquín
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*Walt Whitman (1819-1892)